DEFENSA DE LOS CUARTELES DE REBOLLADA Y RIOSA

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Categoría padre: Historia Guardia Civil
Categoría: REVOLUCION DE ASTURIAS - 1934
Publicado el Domingo, 02 Octubre 2016 20:32
Escrito por Antonio Mancera
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En Rebollada, el cabo Méndez tiene a sus órdenes trece guardias; un grupo ha salido en refuerzo de una pareja de servicio en el depósito de aguas. Al ser agredidos, deciden reintegrarse al cuartel. Al aumentar los sitiadores, el cabo Méndez con ocho de sus hombres, intenta una salida, pero no lo consiguen al estar rodeados de más de trescientos mineros, dos guardias y el propio cabo han sido heridos en ese intento, pero los revolucionarios han sufrido un gran número de bajas y suspenden, al menos de momento, las acometidas contra el cuartel para cambiar de táctica.

Tras el intento de asaltar el cuartel y ser repelidos por la fuerza, se han trasladado hasta un desnivel situado en la parte trasera del cuartel, desde el que lanzan una lluvia de cartuchos de dinamita, acompañados de botellas de líquido inflamable, que ocasiona que el tejado salte por los aires y comience un incendio que provoca que la casa cuartel esté a punto de derrumbarse.

Los guardias deben hacerse fuertes en la planta baja, la menos afectada por las explosiones y el fuego, mientras arrecia el efecto de la dinamita que no para de caer sobre ellos. Un guardia civil, logra abrir un boquete con un hacha en una de las paredes, para que las mujeres y los niños que se encontraban en el edificio al iniciarse el ataque puedan salir de aquel infierno. Por su parte el guardia Andrade, coge un cartucho de dinamita que acaba de caer a sus pies con la mecha aún encendida y trata de quitársela, las chispas le dejan ciego. Todos los guardias han conseguido refugiarse en la casa contigua, se trata de un comercio junto al cuartel. Pero su dueño abre la puerta, entrando los mineros en tromba y haciéndolos prisioneros. Los heridos son llevados al hospital minero, donde la energía de un médico al imponerse a los mineros, logra que los guardias heridos fuesen agredidos y maltratados.

La misma suerte corre el puesto de Riosa, donde en la madrugada del día 5 de octubre, se presenta Constantino Suárez, el cabecilla de los mineros de la localidad, para hacer saber al cabo que “se ha declarado la revolución en toda España, la Guardia Civil de Riosa tenía diez minutos para capitular”. La plantilla la componen el cabo y tres guardias, que poco pueden hacer ante mas de cien milicianos. Tras el ultimátum más de cincuenta cartuchos de dinamita caen sobre el cuartel. El cabo ha logrado la evacuación de las mujeres y los niños, pero cuando el grupo sale, son detenidos por los milicianos que amenazan a los guardias con maltratar a sus esposas e hijos si no se rinden.

Los guardias no se rinden y continúan con la defensa hasta agotar todas sus municiones, cuando pretenden salir son apresados por los mineros.