Guardias civiles asesinados por ETA

MARZO-Guardias civiles asesinados por ETA

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Categoría padre: España bajo el terror de ETA
Categoría: Guardias civiles asesinados por ETA
Publicado el Domingo, 03 Julio 2016 23:20
Escrito por Antonio Mancera
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MARZO: Guardias civiles asesinados por la banda asesina ETA

José María Acedo Panizo, guardia civil asesinado por ETA el 10 de marzo de 1978.

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A las 15:30 horas del día 10 de marzo de 1978 un individuo llegaba a la portería de la fábrica Aplicaciones Técnicas del Caucho, donde el exsargento de la Guardia Civil retirado, JOSÉ MARÍA ACEDO PANIZO, trabajaba como jefe de porteros desde hacía un mes. Tras acercarse a él, y sin mediar palabra, le disparó con una pistola a un metro de distancia.

Según testigos presenciales de los hechos, la víctima se desplomó en el suelo aún con vida e intentó huir. El pistolero de ETA le puso la rodilla sobre el pecho y lo remató, efectuándole otros tres disparos en la cabeza. Una vez cometido el asesinato, el etarra huyó por el monte, sin ninguna prisa, según esos mismos testigos.
Varios trabajadores recogieron del suelo a José María, que agonizaba, y en una furgoneta de la fábrica lo trasladaron a la residencia sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu, de la capital guipuzcoana, donde a las cuatro de la tarde ingresaba cadáver.

El asesinato fue cometido por una célula etarra denominada Gamboa. La banda terrorista quiso justificarlo señalando a José María como uno de los que intervinieron en la operación de las fuerzas de seguridad en Villabona en la que, diez años antes, resultó muerto el primer miembro de la banda terrorista, Txabi Etxebarrieta, en enfrentamiento con la Guardia Civil tras asesinar al guardia civil José Pardines, primera víctima deliberada de ETA.

José María Acedo Panizo, de 56 años, estaba casado y tenía tres hijos. El 11 de enero de 1978 había pasado a situación de retirado en la Guardia Civil. Hasta entonces, fue comandante del puesto de la Guardia Civil de Andoain. Antes de ascender a sargento, había estado destinado como cabo primero en el cuartel de Ordicia. Cuando dejó la Guardia Civil, se trasladó a vivir a Tolosa, pasando a ocupar un puesto como jefe de porteros en la fábrica Aplicaciones Técnicas del Caucho.


 

Constantino Gómez Barcia, guardia civil asesinado por ETA, el día 13 de marzo de 1977

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El 13 de marzo de 1977 ETA asesinaba en Mondragón (Guipúzcoa) al guardia civil CONSTANTINO GÓMEZ BARCIA. Murió en el acto a consecuencia de los disparos de escopeta efectuados por un grupo de terroristas contra el coche en que circulaba, en compañía de Miguel Santaella Carretero (malagueño de 25 años) y José Castaño Vázquez (sevillano de 26 años), también guardias civiles. Todos ellos estaban adscritos al puesto de Oñate de la Comandancia de Guipúzcoa.

Los hechos sucedieron en la madrugada del domingo, cuando Constantino y cuatro amigos abandonaron, vestidos de paisano, la sala de fiestas Alexander en Mondragón. Se subieron a un Renault 12, conducido por otro compañero del cuerpo, en compañía de su novia, que también se situó en la parte delantera. Cuando se encontraban a tan sólo doscientos metros del cuartel de la Guardia Civil, en el cruce de la carretera Beasain-Durango con la de Mondragón-Vergara, un vehículo se paró delante, obligándoles a hacer lo propio.

En ese momento, del primer vehículo descendieron dos jóvenes que, desde ambos lados del Renault 12, dispararon de forma indiscriminada contra el vehículo dos ráfagas con unas escopetas repetidoras de cañones recortados. De los ocupantes del asiento posterior, Constantino Gómez Barcía falleció en el acto, Miguel Santaella recibió heridas de pronóstico muy grave y José Castaño sufrió lesiones leves. Los pasajeros de los asientos delanteros, el conductor y su novia, se dieron cuenta del ataque y tuvieron tiempo de agacharse, por lo que resultaron ilesos.

En su llamada a La Voz de España cuarenta y ocho horas después reivindicando el atentado, la banda asesina señaló que era una venganza por la muerte la semana anterior de dos miembros de ETA (Nicolás Mendizábal y Sebastián Goikoetxea) en un enfrentamiento con la Guardia Civil en Zumárraga.

El impasse en la violencia terrorista, consecuencia de conversaciones secretas de ETA pm y ETA m con el Gobierno de cara a las primeras elecciones generales, se rompió con el ametrallamiento de Constantino y sus compañeros. Sería el primero de los 11 atentados mortales de ese año, año de la amnistía de todos los presos de ETA. El 9 de diciembre saldría de prisión el último etarra, Añat Galarraga. Sin embargo, desde entonces y durante los siguientes tres años, la ofensiva de la banda se recrudeció, con 246 asesinados en ese período conocido como "los años de plomo".

Constantino Gómez Barcia era de Lugo, aunque fue enterrado en Oviedo por motivos familiares. A su funeral asistieron más de mil personas. Su padre también perteneció a la Guardia Civil, igual que sus tres hermanos. Tenía 21 años y estaba soltero.


 

Luis Aragó Guillén, guardia civil asesinado por ETA, el 16 de marzo de 1991

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Poco antes de las cuatro de la tarde del sábado 16 de marzo de 1991 la banda terrorista ETA hacía explotar una bomba accionada a distancia al paso de un vehículo ocupado por cuatro agentes de la Guardia Civil en el barrio de Eguía de San Sebastián. Provocó la muerte de LUIS ARAGÓ GUILLÉN y heridas a otras cinco personas: sus tres compañeros, también guardias civiles, y dos transeúntes (padre e hijo).

Los cuatro guardias civiles habían estado comiendo juntos en un bar cercano al lugar en el que se produjo el atentado. Los agentes se encontraban fuera de servicio en el momento en que sucedieron los hechos y vestían de paisano.

Una vez acabada la comida se dirigieron hacia el cuartel que la Guardia Civil tiene en el barrio de Intxaurrondo. Cuando el vehículo -Ford Escort de color blanco propiedad de uno de los agentes-, se encontraba entre el cementerio de Polloe y el campo de fútbol de Metigosetegui, miembros del grupo Donosti de ETA, hicieron estallar una bomba que se hallaba adosada a una de las farolas. Según testigos presenciales, la explosión desplazó al coche unos treinta metros.

La bomba, compuesta por unos ocho kilos de explosivo y metralla, había sido colocada, según indicaron testigos del hecho, por dos personas jóvenes pocos minutos antes de la explosión. Muy probablemente, los autores del atentado vigilaron a los guardias civiles en el lugar en el que los agentes estuvieron almorzando, y esperaron en las cercanías al paso del vehículo.

El cabo primero Luis Aragó Guillén falleció prácticamente en el acto al quedar atrapado entre los hierros del coche. Los heridos fueron los guardias civiles Pedro Samuel Martín García de 26 años y natural de San Sebastián; Miguel Ángel García Morillas, de 23 años, natural de Algeciras (Cádiz) y Jose Carlos Casillas Hernández de 21 años y natural de Cerezo de Abajo (Segovia).

Además, resultaron heridos de gravedad dos transeúntes: Víctor Montes Centol y su hijo Diego Montes Calle, de 12 años. El pequeño acababa de terminar un partido de fútbol en un campo ubicado a escasos metros de donde estalló la bomba. Tuvo que sufrir operaciones quirúrgicas muy complejas debido a la gravedad de las heridas en cara, abdomen y pierna derecha.

Luis Aragó Guillén tenía 28 años y era de Murero (Zaragoza), donde su padre, Maximiliano Aragó Cortés, era alcalde. Luis estuvo destinado en el destacamento de Tráfico de la Guardia Civil en Cariñena (Zaragoza) hasta marzo de 1990, cuando fue trasladado al País Vasco tras superar el curso de cabo.


Emilio Castillo López de la Franca, guardia civil asesinado por ETA el 18 de marzo de 1993

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A las 14:00 horas del 18 de marzo de 1993, ETA asesinaba en San Sebastián al cabo primero de la Guardia Civil EMILIO CASTILLO LÓPEZ DE LA FRANCA, y hería gravemente a su compañero Victoriano Álvarez Álvarez de 22 años.

Los terroristas que efectuaron los disparos habían esperado durante más de 20 minutos, sentados en un jardín, a que llegara el coche en el que viajaban los agentes. El atentado se produjo cuando los agentes, que viajaban en el vehículo de Emilio Castillo, esperaban junto a un semáforo en rojo en la avenida de Ategorrieta. Habían terminado su servicio en el Puerto de Pasajes y se dirigían, vestidos de paisanos, al cuartel de la Guardia Civil de Intxaurrondo, donde residían.

En ese momento, dos pistoleros de ETA se acercaron hasta el automóvil y realizaron, al menos, seis disparos. El vehículo, con el motor en marcha, se desplazó sin control unos metros hasta que un vecino se introdujo en él y lo paró. Los agentes no tuvieron tiempo de defenderse. Los asesinos huyeron a pie por una calle paralela a la avenida de Ategorrieta, que tiene un solo sentido para los automóviles.

Emilio murió poco después de llegar a la Residencia Sanitaria Nuestra Señora de Aránzazu. Victoriano Álvarez resultó gravemente herido en el abdomen y ambas piernas. Tardó en curarse 1.081 días, pero quedó incapacitado de forma permanente para desempeñar su profesión.

Al día siguiente, a las doce de la mañana, se celebró el funeral por el alma de Emilio en el Gobierno Civil de San Sebastián, donde había sido instalada la capilla ardiente la tarde del día anterior. No se hizo en la parroquia de la Sagrada Familia, donde se celebraban habitualmente las misas fúnebres por los miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, porque el párroco, Bartolomé Auzmendi, se negó a celebrarlo cuando se le pidió que lo oficiase sólo en español.

Este atentado se producía unas horas después del comienzo en París del juicio contra el dirigente etarra Francisco Múgica Garmendia, alias Pakito.

Por este atentado fueron condenados los miembros del grupo Araba de ETA Agustín Almaraz Larrañaga, alias Patxi, y José Ignacio Alonso Rubio, alias Iñaki, en 1999, y Sergio Polo Escobes en el año 2000.

Emilio Castillo López de la Franca, de 31 años, estaba casado y era padre de una niña de dos años. Él y su compañero Victoriano Álvarez, llevaban año y medio en Guipúzcoa, asignados al Servicio Fiscal del puerto de Pasajes.

Para la viuda, los años que siguieron fueron "muy jodidos", como contó en septiembre de 2009 a soitu.es, con una depresión y constantes mareos que le hacían pasarse el día de la cama al sofá. "Yo no salí de este pozo hasta que un día oí decir a mi hija que yo no la quería porque no la cuidaba. Entonces decidí tirar para adelante".


Pedro Ballesteros Rodríguez, guardia civil asesinado por ETA el 19 de marzo de 1988

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A las 16:45 horas del día 19 de marzo de 1988, la banda terrorista ETA asesinaba en Durango (Vizcaya) al guardia civil PEDRO BALLESTEROS RODRÍGUEZ, primera víctima mortal de ese año. También resultó herida leve su esposa, María del Carmen López.

El atentado se produjo cuando el turismo en el que viajaba el agente junto a su esposa, paró en una señal de stop situada en la Plaza Gurruchaga de Durango. En ese momento dos individuos abrieron fuego a corta distancia contra Pedro, que murió prácticamente en el acto. Uno de los terroristas disparó contra el guardia civil por la ventanilla del conductor, mientras el otro lo hacía por la del copiloto. El agente recibió al menos ocho impactos de bala y murió prácticamente en el acto. Su esposa resultó alcanzada por una bala en el codo izquierdo y fue trasladada al Hospital de Galdácano donde fue intervenida quirúrgicamente de la herida. Los dos terroristas huyeron a pie por las calles próximas al lugar del atentado en presencia de numerosos testigos.

En el lugar de los hechos se recogieron nueve casquillos y dos balas del calibre nueve milímetros parabellum, marca SF, de los años 1975, 1977 y 1979, munición bastante antigua, según comentaron especialistas de la Guardia Civil.

Pedro Ballesteros y su esposa regresaban de casa de los padres de esta última de celebrar el Día del Padre. El crimen fue presenciado por varios niños que participaban en una fiesta infantil en el colegio de los Jesuitas, situado enfrente del lugar donde fue tiroteado el guardia civil, según indicaron testigos presenciales. El matrimonio residía en la casa cuartel de la Guardia Civil en Durango y hacia allí se dirigían cuando fueron víctimas del atentado, a unos 1.500 metros del cuartel. Fue la primera víctima mortal del terrorismo etarra desde que el 12 de enero de 1988 se firmase el Pacto de Ajuria Enea, ratificado por prácticamente todos los partidos políticos.

Por sentencia de la Audiencia Nacional de 1991 fueron condenados los etarras del grupo Araba Juan Ignacio Oyarbide Aramburu y Manuel Urionobarrenechea Betanzos como autores del asesinato de Pedro. Ambos murieron en septiembre de 1989 en un enfrentamiento con la Guardia Civil. Quedaron absueltos, por no poderse probar suficientemente su participación en los hechos, Juan Carlos Arruti Azpitarte, Esteban Nicolás Barreña Eguindazu, Esteban Martín Barreña Oceja y Begoña Arroyo Pérez de Nanclares.

Pedro Ballesteros Rodríguez, de 24 años, estaba casado con María del Carmen López, de 20 años y nacida en Durango. El matrimonio tenía una hija de un año y medio que no viajaba en el coche en el momento del atentado ya que se había quedado con sus abuelos maternos. Pedro había ingresado en la Guardia Civil en el año 1983 y en noviembre de ese mismo año fue destinado al País Vasco, donde contrajo matrimonio con María del Carmen López.


Enrique Martínez Hernández, guardia civil asesinado por ETA el 19 de marzo de 1992

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El 19 de marzo de 1992, dos coches-bomba que estallaron con pocas horas de diferencia acabaron con la vida del artificiero de la Guardia Civil ENRIQUE MARTÍNEZ HERNÁNDEZ en la localidad barcelonesa de Llissá de Munt, y del albañil ANTONIO JOSÉ MARTOS MARTÍNEZ en San Quirce del Vallés, también en Barcelona.

Poco antes de las diez de la noche del 18 de marzo se recibió una llamada en el cuartel de la Guardia Civil de la localidad costera de Mongat (Barcelona) avisando, en nombre de ETA, del abandono de un Opel Kadett lleno de explosivos entre Llissá de Munt y Granollers. Indicaron también que el propietario del vehículo estaba encerrado en el maletero de otro coche al lado del coche-bomba. Posteriormente se sabría que el autor de la llamada era el etarra Fernando Díez Torres, que iba acompañado por José Luis Urrusolo Sistiaga. Ambos estaban integrados en el grupo Ekaitz de ETA.

Varios guardias civiles acudieron al lugar indicado. Cuando Enrique, Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos (Tedax), se disponía a reconocerlo, la bomba hizo explosión. El automóvil estaba cargado con unos 15 kilos de amosal y la deflagración afectó a viviendas situadas en una radio de 60 metros. A Enrique Martínez Hernández la explosión lo alcanzó de lleno resultando mortalmente herido. Trasladado al Hospital General de Granollers, ingresó cadáver poco después de la medianoche del 19 de marzo.
En un chalé de Llissá de Munt, localidad de unos 5.000 habitantes situada a unos 35 kilómetros de Barcelona, había sido desarticulado el 30 de mayo de 1991 (un día después de la masacre de la casa cuartel de Vic en la que murieron nueve personas de forma directa, cinco de ellas niños, y una más durante el rescate y evacuación de los heridos) el grupo Barcelona de ETA. En el intercambio que se produjo entre miembros de la Guardia Civil y etarras resultaron muertos sus dos cabecillas: Juan Carlos Monteagudo Povo y Juan Félix Erezuma Uriarte. Además, se detuvo al también miembro de la banda terrorista Juan José Zubieta Zubeldia. En el chalé ocupado por los terroristas, situado en la urbanización Can Salgot en las afueras del pueblo, fueron localizados 100 kilos de amonal, explosivo plástico, temporizadores, subfusiles, fusiles de asalto Cetme y revólveres.

Fernando Díez Torres y José Luis Urrusolo Sistiaga fueron condenados en 2007 por sentencia de la Audiencia Nacional por el asesinato de Enrique. Las Fuerzas de Seguridad del Estado atribuyen a Idoia Martínez García su participación en el atentado.

Enrique Martínez Hernández tenía 30 años, estaba casado y era padre de una niña de dos años. Estaba destinado como Tedax en Manresa (Barcelona). En Collserola, en el municipio de Cerdañola del Vallés, se ofició en su memoria un multitudinario funeral, siendo posteriormente incinerado.


Antonio González Herrera, guardia civil asesinado por ETA el 27 de marzo de 1987

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A las 13:20 horas del 27 de marzo de 1987, el guardia civil ANTONIO GONZÁLEZ HERRERA resultaba muerto, y otras 18 personas, cuatro agentes y catorce viandantes que pasaban por ahí, sufrieron heridas de diversa consideración, por la explosión de un coche-bomba colocado por ETA en una de las entradas del puerto de Barcelona. La furgoneta, aparcada a sólo tres metros de una garita compartida por la Guardia Civil y la policía portuaria, contenía 45 kilos de amonal y numerosos recipientes con metralla. Fue activada por control remoto desde un lugar cercano al que se encontraba estacionada. Antonio González Herrera resultó alcanzado de lleno por la metralla, que le afectó al cerebro y le provocó pérdida de masa encefálica. Falleció mientras era sometido a una intervención de urgencia.

Los civiles heridos en el atentado fueron: Francisca López García; Antonio Arévalo Arévalo, de 23 años; Antonio Crespo López, de 39; Daniel Sansaloni López, de 19; Isabelle Le Goss, de nacionalidad francesa; Vicente Hernando Domínguez, de 58; Enrique Alis Pallarés, de 25; Pedro Heras Guílez, de 25; Juan Pages Bisbert, de 24; Santiago Zuloaga, de 73; Maitena Ariza Arruza; Juan Atencia, de 58 años; el norteamericano Grant Dijion; y el capitán en situación de reserva activa Vicente Hernando Mínguez, de Sartaguda (Navarra), 59 años, que también pasaba por ahí en el momento de la explosión. Estas personas presentaban heridas y contusiones de carácter leve.

Los guardias civiles heridos fueron Luis Lobato Ledesma, de 28 años; Francisco Javier Laparra Pérez, de 41; José Estrada Rayero, de 44; y Juan José Álvarez Pardo de 30.

Los heridos fueron dados de alta el mismo día del atentado, a excepción del guardia civil Luis Lobato Ledesma, que sufrió heridas de pronóstico reservado y permaneció ingresado en el Hospital del Mar durante varias semanas.

Los efectos de la deflagración fueron amortiguados parcialmente por un camión trailer articulado que circulaba justo al lado del coche bomba cuando se produjo la explosión. Aún así, causó múltiples daños materiales a vehículos estacionados en el lugar. Cuatro turismos quedaron totalmente calcinados y otros quince, estacionados en el recinto portuario, sufrieron desperfectos. Además, estallaron todos los cristales de las viviendas y establecimientos de la calle de Sota Muralla, frente al muelle España. La onda expansiva arrancó parte de la reja de separación entre el muelle y la calle, y la caseta de control de aduanas, donde se encontraban los guardias civiles, sufrió también graves desperfectos, ya que el coche bomba había sido aparcado junto a ella.

La zona donde estalló la furgoneta-bomba es un lugar muy transitado, ya que en ella confluyen el paseo de Colón -prolongación natural del Cinturón del Litoral- y los accesos al barrio de la Barceloneta y a la avenida de Icaria. Además, por la zona circulan los vehículos que deben entrar y salir de los muelles del puerto, y los que transitan entre las zonas industriales de la Zona Franca y el Poble Nou.

Era el cuarto atentado con coche-bomba que se producía en los últimos ocho meses en Barcelona. Inmediatamente después de la explosión se establecieron numerosos controles en las salidas de la ciudad que provocaron un gran colapso circulatorio.

Por este atentado fueron condenados en 1991 Domingo Troitiño Arranz y Josefa Mercedes Ernaga Esnoz, que fue quien aparcó la furgoneta el día antes del atentado. Las penas fueron de 30 años por la muerte de Antonio y 20 años por cada uno de los cinco delitos de asesinato en grado de frustración. Diez años después, en 2001, fue condenado por el mismo atentado, y a las mismas penas que los anteriores, Rafael Caride Simón. Según la sentencia, Caride fue el que, desde un lugar próximo, accionó el telemando que provocó el estallido de la furgoneta.

Antonio González Herrera tenía 27 años. Ingresó en la Guardia Civil en 1981, siguiendo los pasos de su padre, también agente de la Benemérita. Fue destinado a Barcelona en agosto de 1986, siete meses antes del atentado. Anteriormente, sirvió durante cinco años en los GAR (Grupo de Acción Rural) en Logroño y el País Vasco. Estaba casado desde hacía tres meses con María Nieves Bajo.